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El incremento de la demanda mundial hace que los grandes grupos busquen expandir los cultivos del fruto seco.

cosecha-peligroLa demanda de almendra en el mundo ha registrado un incremento medio anual del 5%. De unas producciones medias mundiales de unas 800.000 toneladas en 2010 se ha pasado a campañas medias de 1,1 millones de toneladas. La pasión por el fruto seco se ha disparado gracias a las bendiciones de los prescriptores de la alimentación, que abogan por aumentar su consumo por sus beneficios para la salud. Gracias a que la demanda continúa creciendo en todo el planeta —especialmente en países asiáticos como India, China, Corea, Indonesia o Vietnam— y a las buenas perspectivas de futuro del sector, los productores expanden las hectáreas de cultivo en espera de unos precios estables o al alza. Las empresas españolas no son una excepción.
Dos de las grandes empresas del sector, la ilerdense Borges y la toledana Delaviuda, se han sumado a la tendencia con sendos programas de plantación de almendro de alto rendimiento con sistemas intensivos de riego. Las dos tienen interés en garantizarse al menos una parte de las necesidades de abastecimiento y no depender de los mercados.

Proyección exterior

Las empresas quieren garantizarse materia prima a precios competitivos.
Borges Mediterranean Group, propiedad de la familia del mismo nombre de Tárrega (Lleida), ha ganado a lo largo de los años una gran proyección internacional en frutos secos y en aceites. La mayor parte de su negocio de frutos secos depende de la almendra, de la que produce 20.000 toneladas al año. José Pont, uno de los propietarios del grupo, está firmemente convencido del futuro crecimiento del negocio, y bajo su liderazgo la empresa prevé invertir 80 millones de euros para triplicar las 1.150 hectáreas de almendro que ya tiene, creciendo a un ritmo de 500 hectáreas al año hasta 2021. Esta expansión se ha de llevar fundamentalmente en tierras de Extremadura y Castilla-La Mancha, aunque la firma no descarta la posibilidad de implementar cultivos en Portugal.
Por su lado, la Confitería Delaviuda, la tienda familiar de Sonseca (Toledo) que se ha convertido en uno de los mayores productores de turrones de España, quiere, según el responsable del proyecto, Enrique Guzmán, lograr cubrir con su propio producto al menos un 10% de las 3.500 toneladas que su negocio de dulces precisa cada año. Para eso, el año pasado se alió con la extremeña Foresta —especializada hasta ahora en el cultivo de nogales para madera— para constituir Almendralia Ibérica. La nueva empresa tiene el ambicioso objetivo de llegar a las 2.000 hectáreas de almendro, sobre todo en Castilla-La Mancha y Extremadura.
El auge de los regadíos mejorará la mediocre productividad de los cultivos españoles.
Pero ha preferido no precipitarse y empezar con una plantación experimental de 210 hectáreas de regadío en Tejeda del Tiétar (Cáceres), de las que 140 ya se han sembrado. El proyecto, que ha costado cinco millones de euros, se basa en el cultivo intensivo —333 árboles por hectárea— de variedades como la soleta, la guara, la vairo y la lauranne, con el doble objetivo de permitir cosechas escalonadas y tardías que resistan heladas y otros desafíos climáticos de la zona.
Borges y Delaviuda no son las únicas seducidas por el atractivo del negocio de la almendra. El consejero de Agricultura de Castilla-La Mancha, Francisco Martínez Arroyo, ve en el desarrollo de los frutos secos una de las mejoras alternativas de cultivo a otras producciones tradicionales en la región. La expansión de los regadíos, impulsada por las grandes empresas y cooperativas, servirá para mejorar la mediocre productividad española: alrededor de 100 kilos por hectárea, mientras que la de Estados Unidos, con diferencia el máximo productor mundial, ronda los 2.600 kilos. Eso es lo que hace que España importe cada año alrededor de 80.000 toneladas de almendra, sobre todo de California.